Dejàvu
Llevo un tiempo en el que una sensación extraña me invade. A lo largo del día me siento como en un dejavu, como si aquello que sucede, fuera algo que ya he vivido. Me encuentro como en la película de Harold Ramis, despertando un día tras otro, atrapado en un bucle sin fin, donde los acontecimientos se repiten sin cesar.
Creo sencillamente que las personas somos así, tropezamos con una piedra, nos levantamos y volvemos a tropezar. Pero nos gusta ser así, porque si no hay piedra con la que tropezar, la ponemos y aun sabiendo que tropezaremos, elegimos el mismo camino.
Creerán que me refiero a la pandemia, razón nos les falta, porque sabiendo que la relajación de las medidas, conlleva una relajación de nuestros cuidados y el aumento de los contagios, volvemos a relajarnos. Así, las subidas y bajadas de contagios y fallecidos se suceden, como si de las olas del mar se tratase. Aumenta el número de contagios y nuestros gobernantes, incapaces de contener la pandemia, dictan órdenes sin ton ni son, cada día se anuncia una nueva medida. Se cierran bares, gimnasios y locales en general, se reducen los horarios de los que quedan abiertos. Se prohíben las reuniones e incluso salir de la ciudad. Entonces los malheridos hosteleros, comerciantes y demás empresarios relacionados con los sectores “malditos” reclaman ayudas. A partir de ahí, llegan las reuniones para entretener, como cuando entre actuaciones salen los payasos. Las promesas de ayudas directas llenan los titulares, pero no los bolsillos.
Pasadas las semanas los contagios disminuyen, “la curva” se aplana, los políticos en el poder se sienten cual domador de fieras en un circo. Entonces se relajan las medidas: ¡ya se puede ir de Castelló a Benicàssim sin tener que esconderte!, puedes tomarte el café en una terraza y unos días después comer en el interior con amigos y familia, aunque no puedas ir a su casa. Vuelven los turistas, franceses, ingleses o alemanes llegan con sus autocaravanas a las playas. Mientras, sigues disfrutando de ese paraíso en la ciudad donde poder vivir sin mascarilla: las terrazas de los bares.
De repente te despiertas y has regresado al pasado. Entonces, te sientes como Marty McFly recién salido del DeLorean. La tasa de contagio sube y todo vuelve a empezar, los cierres, las promesas, el circo, el domador, los payasos. Mientras tu, sigues en un ERTE sin fin o metiendo y sacando a tus trabajadores de ese “ERTE Perverso”.
Pero la realidad es que no quería hablar de pandemia, porque mi dejavu era con el presupuesto municipal. Una vez más, el crisol político hace que pasen los meses y no podamos avanzar en esta ciudad. Los políticos, aunque se autodenominen “Acord”, no son capaces en ponerse de acuerdo, ni cuando más los necesitamos.
